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Newman: Apóstol de la Conciencia



Por: César Félix Sánchez Martínez


El 19 de septiembre de 2010, en medio de una magnífica celebración durante su reciente viaje al Reino Unido, el papa Benedicto XVI beatificó al Cardenal Henry Newman (1801-1890), el más famoso de los conversos ingleses y una de las figuras fundamentales en la historia reciente de la Iglesia. Esta beatificación constituye un signo providencial en los tiempos actuales, pues el mensaje de la vida y obra del Cardenal nos ilumina particularmente en un contexto de crisis relativistas y abolición del hombre.

John Henry Newman, nacido en una familia burguesa londinense, era un talentoso licenciado en literatura clásica por la Universidad de Oxford además de un devoto clérigo anglicano. Se desempeñaba como catedrático y tutor estudiantil cuando una disputa sobre "pastoral universitaria" con el Decano del Colegio Oriel -al que estaba adscrito- acabó provocando un vasto movimiento de reforma en la Iglesia de Inglaterra. Lo que había nacido trescientos años antes de las pasiones desatadas de Enrique VIII, era en el siglo XIX una Iglesia en donde no tenían cabida ni santos ni pecadores (como en la Iglesia de Roma) sino sólo "la gente respetable", para citar la famosa frase de Oscar Wilde. Más que una religión, parecía ser una dependencia del poder político, respetada sólo en cuanto elemento sociológico y folclórico, incapaz de cumplir con el precepto evangélico de vos estis sal terrae. Convivían en ella teologías opuestas, pero nadie se hacía mucho problema hasta que a partir de 1830, Newman, ahora vicario de Saint Mary´s en Littlemore, iniciaría el mayor movimiento de reforma que el anglicanismo hubiese conocido jamás, el llamado Movimiento de Oxford. Desde el tiempo de los teólogos carolinos y de la Iglaterra escolástica de Bacon y Scoto no se había visto tantos ingenios juntos al servicio de la Fe a través de los polémicos folletos Tracts for the Times.

Mientras tanto, el estudio de los Padres de la Iglesia llevó a Newman a sostener posiciones cada vez más cercanas al catolicismo. En primer lugar, descubrió que el Evangelio probaba de forma categórica la voluntad de Cristo de fundar una Iglesia; una Iglesia visible. Y que esa Iglesia había existido desde los primeros años de nuestra era, caracterizada por sus cuatros marcas típicas: Una, Santa, Católica y Apostólica. Poseía esta Iglesia además un Magisterio y una Tradición, expresadas por las enseñanzas de los Padres y las definiciones de los Concilios Ecuménicos, unánimemente aceptadas desde siempre, en la mayor parte de lugares y por la mayoría. Pero es a partir de 1831, con un estudio sobre la herejía arriana, donde descubre con perplejidad que la posición cristiana había sido sostenida sin vacilación por la sede romana y que, mirándose en el espejo de la historia eclesiástica, él sería un monofisita y los protestantes, herejes eutiquianos. Después de algunos años de polémicas memorables que le depararían una extensa fama, llega a la conclusión que: "o a la religión católica es en verdad la venida del mundo invisible a este mundo visible, o no hay nada positivo, nada real en ninguno de nuestros conceptos sobre nuestro primer origen y nuestro último destino". En 1845 es recibido en la Iglesia Católica, reordenado sub conditione y en medio de lo que ahora llamaríamos "revuelto mediático", regresa a Inglaterra, a ser combatido por muchos y admirado por algunos pocos, pero siempre leído por todos.

Convertido en apóstol incansable, aunque dolorosamente alejado de su amada Oxford, se dedica a escribir. Ante las críticas del "socialista protestante" Kingsley, redacta una Apología Pro Vita Sua (1865), monumento de la apologética teológica católica y una de las mayores muestras de la prosa inglesa de todos los tiempos. Pero el Padre Newman no era simplemente un hábil predicador y apologeta; despliega a partir de su periodo católico sus habilidades como novelista en obras como Callista, ambientada en los tiempos del Movimiento de Oxford. También fue un poeta destacado como Dream of Gerontius y Lead, Kindly Light. Su influencia literaria sería fundamental en la renovación de la literatura inglesa en el siglo siguiente, a través de figuras tan disímiles como el poeta jesuita Gerald Manley Hopkins (a quien bautizó en 1866) o el novelista experimental James Joyce, que los consideraba como el mejor prosista inglés de todos los tiempos. Que sepamos, Newman es el primer novelista glorificado por la Iglesia. Esperemos que no sea el último, pues G.K. Chesterton, otro gran converso inglés, está también en la cola.

Al final de su vida y después de multitud de pequeños sinsabores que a veces agriaron su vida, conoce el reconocimiento universal al ser nombrado Cardenal de la Iglesia en 1879, falleciendo once años después. 

Junto con el Amor a Cristo y a su Iglesia, destacó siempre en el pensamiento de Newman una defensa de la conciencia individual: "Dios nos ha dado dos Vicarios sobre la Tierra: el Papa y la Conciencia", solía repetir. Pero una conciencia individual arraigada orgánicamente en una concepción realista y objetiva de la Verdad Metafísica e Histórica; no esa pseudo-conciencia aislada, relativista y caprichosa que proclama el liberalismo filosófico y teológico que siempre combatió. Pudo vislumbrar de forma profética tiempos donde la conciencia sería sepultada bajo los mitos de la sangre y de la clase y por el positivismo de las "autoridades, aun en la misma Iglesia.

No nos queda más que recordarlo este 9 de octubre, día de su flamante Fiesta, pidiéndole que interceda por nosotros haciéndonos tener siempre presentes estas palabras suyas: "Cuando servimos, reinamos; cuando damos, poseemos; cuando nos rendimos, entonces somos vencedores".