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Con ustedes, la derecha chifa





César Sánchez Martínez



Como es de público conocimiento, en el Perú no existe una derecha política. Existe un conjunto heterogéneo de agentes vinculados al gran poder económico, con intereses contrapuestos muchas veces, pero que tienen en común una defensa frenética del derecho a la máxima ganancia posible. En consecuencia, pescan al primer excomunista, expopulista o exnada que encuentran suelto en plaza y lo convierten en mayordomo astuto de la parábola para todo asunto político. Considerando que el Arribismo en el Perú es casi una religión -sólo superada en fervor y número de fieles por el Amiguismo-, candidatos sobran. Y así se desenvolvía el alegre mundo de los "políticos responsables y maduros" mientras el piloto automático nos convertía en la economía más dinámica de la religión.

Hasta que llegaron los caviares y Humala. Pero la Providencia se acordó del Perú y suscitó apóstoles defensores del Modelo de entre las piedras. ¡Tiemblen en la Pontificia y en el Ideele, porque ya llegó la Derecha Chifa!

Así como el caviarismo representa a una izquierda consecuente in radice, sofisticada, aristocratizante y que inmola ofrendas cannabáceas al Che Guevara y que prefiere antes que las masas proletarias enardecidas, el romántico ambiente de una boda guey en algún municipio bonaerense o la cháchara esotérica de algún conferencista posmoderno, la derecha chifa es del pueblo -aun si sus adeptos veranean en Asia o sucedáneos- escucha a los Yaipén y les gusta tomar "chelitas" en la puerta de su casa los fines de semana por la mañana, con toda "batería", mientras piensa que el Problema del Perú son la gente ociosa que se queja y demás criaturas imprácticas.

Aunque parezca mentiras, los caviares también lloran. Pero con el Ojo que Llora; los chifascistas sólo lloraron con el documental de Marca Perú y cuando Kina retuvo el título, porque como diría la propaganda de Kolynos, "el Perú es un superpaís". Los caviares, usualmente hijos de Papá, no trabajan o realizan labores simbólicas e inútiles en ONGs y universidades; los derechistas chifa, por el contrario, aun si hijos de Papá, son orgullosos emprendedores y desconfían de todos los que usan lentes, exceptuando, claro está, si se trata del técnico de la compu.

El caviar en repetitivo: puro Frantz Fanon de segunda mano, algún postestructuralista de anteayer y quizá Arguedas. El derechista chifa, por el contrario, es creativo. Tiene ideas propias, aunque no desdeña aportes de otros peruanos creativos como Gastón Acurio, PPK o el gurú Fischman.

El caviar, anatópico y extranjerizante, tiene como Meca el Jazz Zone de Miraflores, donde se selló la Antigua Alianza de PDS de Villarán. En cambio, el templo del derechista chifa es el peruanísimo Chifa. Símbolo de la "multiculturalidad" del Perú y también de lo más valioso que tenemos (i.e.: nuestra celebrada gastronomía), el Chifa representa además la unidad de los peruanos. Porque hay Chifas en todas partes.  Desde las excelsas y carísimas Ciudadades Prohibidas con paredes de cristal donde nadan curiosos pececillos, hasta las covachas de chaufa callejero en algún Cono, el Chifa siempre está a mano para los derechistas chifa de toda condición. Ubique et semper. Como tanta propaganda positiva que pasan en la tele sobre el Perú. Pero sobre todo, el Chifa es templo porque trae recuerdos del Mesías del chifascismo: el Chino, nuevo Huang-Di de la Horandez, la Tecnología y el Trabajo.

Los caviares detestan el catolicismo, pero recuerdan con cariño a los viejos curas progres (porque, en momentos de depresión, ¿quién no quisiera ser un viejecito calvo con guayabera blanca sin ningún tipo de gastos viviendo entre Chorrillos y Notre Dame?); los chifascistas detestan al catolicismo (porque los curas son enemigos de cosas tan beneficiosas y sanas como las chicas semidesnudas en los diarios y son partidarios de que la gente se reproduzca sin control) pero recuerdan con cariño a Jesús, ese buen pata que nos redimió de la chamba, otorgándonos dos días por marzo para poder hacer deportes de aventura y turismo interno.

Alegrémonos, entonces, queridos hermanos: el Destino de la Patria está en buenas manos.