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Terrorismo y guerra justa



José Bellido Nina


Terrorismo y guerra justa de Michael Walzer, imprime las reglas que deben existir en una "guerra" antiterrorista; es decir, entre las fuerzas armadas y terroristas.

La impresión que tengo de Walzer no es el prejuicio hacia los liberales (él identificado con la izquierda liberal americana), sino de un intelectual que comparte matices del realismo político. 

Para el caso peruano, Walzer está distante de tanta verborrea ideológica que no tiene sentido a la hora de calificar a grupos terroristas; muy por el contrario la definición y acciones de éstos es sugerente a la hora del debate sobre el enemigo de la comunidad política: los terroristas. Así, no apreciamos en el texto la expresión: "conflicto armando interno". Por cierto, esta calificación es distante a la concepción en el Derecho Internacional Humanitario (DIH).

Para Walzer "el terrorismo es el asesinato aleatorio de personas inocentes impulsado por  la esperanza de producir un temor generalizado". Lo importante de la definición es la aleatoriedad y la inocencia; es decir: El principio de la inmunidad de los no combatientes: "no solo protegen a los individuos que no combaten, también protege al grupo al que pertenecen (...). Los civiles son inmunes en tanto que hombres y mujeres corrientes, carentes de implicación en el asunto de la guerra; y también son inmunes como miembros de una comunidad humana que no es una organización militar. Pero los terroristas atentan contra estas dos inmunidades: como individuo y colectivo. Resulta que, dentro de las reglas en la guerra, el asesinato se de únicamente entre militares y terroristas.

Para el profesor norteamericano, es preciso distinguir entre militares y civiles a la hora de señalar que los últimos no son blancos de atentados por su identidad y responsabilidad con su comunidad.

"El ejército es un colectivo organizado, disciplinado, entrenado y muy resuelto. Todos sus miembros contribuyen a la consecución de sus fines. Incluso los soldados que no llevan armas han recibido la instrucción que los capacita para manejarlas, y se hallan estrechamente vinculados, a través de los servicios que proporcionan, con quienes de hecho las utilizan. No importa que se trate de voluntarios o reclutados: lo que está en cuestión no son sus preferencias morales individuales; han sido movilizados con un único objetivo, y lo que hacen permite que ese objetivo progrese. Para que éste puede alcanzarse, se los aísla de la generalidad del público, se los aloja en campamente y bases, y el Estado atiende todas sus necesidades. En tiempos de guerra se plantarán como un solo hombre.
La sociedad de los civiles no es en modo alguno así. Los civiles persiguen muchos objetivos diferentes, han sido instruidos para realizar muy diversos empeños y profesiones, participan en un conjunto muy heterogéneo de organizaciones y asociaciones cuya disciplina interna, comparada con la de un ejército, es por lo común muy laxa. Los civiles no viven en barracones sino en sus propias casas y apartamentos, no viven con otros soldados sino con sus padres, esposas e hijos, no son todo de una edad similar sino que entre ellos hay personas muy mayores y muy jóvenes y el gobierno no atiende sus necesidades sino que las asumen por sí mismo y en mutua colaboración. Como ciudadanos, pertenecen a partidos políticos diferentes, tienen distintos puntos de vista sobre las cuestiones públicas, muchos de ellos no participan en modo alguno en la vida política, y, de nuevo, algunos de ellos son niños".

El mensaje de los terroristas es: "no los queremos aquí. No los aceptamos ni haremos las paces con ustedes. No los admitiremos como conciudadanos ni como socios en ningún proyecto político. Ustedes no son candidatos a la igualdad, y ni siquiera lo son para la coexistencia". Por ello, si los terroristas llegan al poder, la intimidación será su modus operandi. La deliberación, el debate y el consenso, estarán distantes en su "política".

Así, hay que saber identificar las acciones de los terroristas antes que sus objetivos, éstos pueden ser alcanzados por otros estrategias distintas al terror.

"Ésta es la injusticia del terrorismo: el asesinato del inocente y la creación de un colectivo devaluado, de un grupo de hombres y mujeres que se ha visto privado del derecho a la vida, o, en su caso, del derecho a vivir donde viven (...) La característica esencial del terrorismo estriba en que extiende la violencia o la amenaza de violencia y la hace pasar de los individuos a los grupos".

Walzer se pregunta ¿cómo combatirlos? Para él dos son las respuestas: "no hay que hacerlo por medios terroristas. Esto significa que hay que hacerlo sin convertir en blanco a hombres y mujeres inocentes (...). La segunda respuesta  (...) sostiene que debemos actuar sin rebasar las restricciones impuestas por la democracia constitucional...". 

La identificación de los terroristas es importantes; es decir, a los hombres y mujeres que respaldan, y diferenciarlos del colectivo de inocentes. A pesar de las estrategias de los militares es posible que exista daños "colaterales" hacia inocentes, pero se tiene que minimizar este segundo efecto que para los terroristas son siempre primarios: asesinato a militares e inocentes. Para la doctrina del "doble efecto" señala Walzer: "No basta con que el primer efecto, el daño causado a los objetivos militares, sea intencionado y que el segundo, el producido a los civiles, no lo sea. Los dos efectos requieren dos intenciones: primero, que el daño se produzca y, segundo, que el daño se evite. Lo que la justicia exige es que el ejército adopte medidas concretas, que acepte riesgos para sus propios soldados a fin de evitar dañar a los civiles".

Pero Walzer va más allá y no resulta moralmente injusto un "asesinato colectivo" en la medida que se requiera una acción más inmediata en la "guerra" contra el terrorismo. Pero existen límites morales y políticos. "El primer límite está implícito en la expresión "convertir en blanco"; es decir, que sin juez ni jurado, estamos seguros que los blancos son terroristas. "El segundo límite es aun más importante. Hemos de estar tan seguros como sea posible de que tenemos la capacidad de alcanzar a la personas convertida en blanco sin matar a las personas inocentes que se encuentren en las proximidades de él (o ella)".

Sin duda Walzer constituye un precedente para orientar la prudencia en la política, sobre todo en la "guerra" contra el terrorismo, más aún, en un debate donde el terrorismo extiende "un brazo armando" y "un brazo político" y trata de confundir a la gente, cuando con certeza el pensamiento en el mismo.



WALZER, Michael, Terrorismo y guerra justa, Katz y Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, Buenos Aires 2008.