Por: José Luis Bellido Nina
El primer texto que leí del profesor italiano fue Elementos de Teoría Política, donde defiende una teoría que se verifique en hechos y viceversa para la ciencia política. No sorprende que todos los títulos del texto estén en palabras abstractas, conceptos o ideas. Al igual como Homo Videns. La sociedad teledirigida, donde expresa que la diferencia entre homo sapiens y primates es la capacidad simbólica. El lenguaje-palara es el lenguaje esencial, constituyéndose en un instrumento de pensamiento y comunicación.
El desarrollo de la civilización está en el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita, asistido por elementos portadores de la comunicación lingüística; sin embargo, la irrupción del televisor y la televisión genera que el “ver” esté en la cúspide, relegando al “hablar” y la escritura; abandonando el mundo simbólico para ser un animal vidente de señales o imágenes. Una vuelta a las cavernas.
La palabra es un símbolo y la entendemos en la medida que sabemos su significado, la lengua. La comprensión se logra en la lectura y la explicación del concepto; se requiere esfuerzo. No así con la imagen, en la que se necesita ver sin el más mínimo esfuerzo. La televisión imparte lo segundo, deconstruyendo el mundo simbólico; moldeando un nuevo ser: el homo videns.
Si bien la televisión adquiere un carácter cuantitativo por su producción que nos induce a expresar un progreso, no es así, pues el progreso es un término neutro, ambivalente, que sería cualitativo en la medida que contribuya en el desarrollo de la persona. Si el objetivo de la televisión es hoy un empobrecimiento de la capacidad de entender, entonces lo cuantitativo es igual a negativo.
La crisis comienza con el niño que aún no sabe leer ni escribir, pero sí ver. Absorbe lo que ve sin someterlo a su capacidad de discernimiento. Es un vídeo-niño, aquel que creció ante un televisor, experimentado imágenes que le transmiten juegos, emociones y descripciones; mas no abstracción. En la actualidad, un niño expuesto al hipertexto, figuras, colores, gráficos, sonidos, etc. Un ser humano que pasará su adolescencia y juventud en el entretenimiento, la diversión y el relajo. Homo ludens. “Así pues, en síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender” (p.51). En el homo videns “el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa" (p.52). En la cultura audio-visual la imagen no da inteligibilidad, porque la imagen carece de una explicación suficiente.
La persona se abrió paso en la forja de una cultura que involucra palabras abstractas que no representan cosas visibles, pues su significado (connotación) no se puede representar en imágenes; por el contrario, las palabras concretas (denotativas) pueden ser representadas hasta en su significado. No todas las palabras denotan pero sí connotan. La formación del pensamiento se debe, por ejemplo, conciencia, libertad, justicia, dignidad, Estado, gobierno, partidos políticos, asociación, empresa, comunidad, etc. Estos conceptos son parte de nuestra existencia, pero necesitamos aprehender su significado y esa explicación no la encontramos en la televisión, sino en los libros, en la cultura escrita.
Sartori no descarta la posibilidad de que exista una integración del homo sapiens y el homo videns, entre la cultura escrita y la cultura audio-visual, si en tal relación existen las explicaciones conceptuales del mundo para el conocimiento y el discurso. Pero no es así en la actualidad. La televisión ha sustraído de la educación otros factores como a los padres, la escuela y los coetáneos (grupos de amigos). Cada uno ha perdido protagonismo en la forja del conocimiento. Si es que la persona desde el vídeo niño atraviesa una formación precaria, cuando sea adulta le será dificultoso cambiar esos vicios y no atenderá al llamado serio de la res publica.
El tele-ver en la política trae una ciudad sin cultura. La vídeo-política sólo se basa en informar lo que considera importante a través de imágenes, selecciona de acuerdo a lo que “cree” que “quiere” la gente; induce y condiciona la opinión de gobernantes y gobernados. Otorgan autoridad a la imagen y relegan el discurso conceptual que debe primar en la política. Con ello, el ciudadano está desinformado, tiene información distorsionada y subinformado, por su poca información.
Por otro lado, la opinión pública debería tener la conciencia de su comunidad, gozar de argumentos racionales y decidir. Un hiper-ciudadano que decide sobre el mérito. Un ciudadano que lea y sepa. Tan solo apreciamos una opinión popular de cualquier cosa sin sentido y una opinión de masas, visceral, demagógica o irracional. Tampoco la democracia deliberativa, basada en el conocer y decidir, tiene sentido, puesto que la deliberación requiere lenguaje abstracto. En esta realidad, la autonomía de la opinión pública no es tal, sino que existe un directismo desde la imagen en la información, donde el “mostrar” reemplazar al “explicar”.
El homo videns sólo entiende la realidad a partir de lo visible de la política, la imagen que le muestra esto o aquello, sea irrelevante o no. Si no tiene una imagen, para él no existe. Su limitación viene de las falsas estadísticas, que reducen los conceptos a números; las entrevistas casuales que dan opiniones ciegas, cargadas de estupidez y agresividad; la excentricidad en palabras de charlatanes, pensadores mediocres y quienes buscan la novedad; y el privilegio del ataque y la agresividad. En la política el espectáculo es lo que cuenta, pues no existe una opinión sobre el pensamiento o discurso del político sino a mirar sus caras. Lo peor es que incide en lo electoral y el modo de gobernar.
La vídeo-política, entonces, tiene los siguientes aspectos: la política es un acontecimiento mediático, se da importancia a los falsos testimonios y existe una emotivización de la política. No sorprende porqué en la política (elecciones o no), lo importante son “las mascotas”, el baile, la guachafada, el escándalo, la obscenidad, el insulto, los dimes y diretes para la portada del día siguiente. ¿Qué entendieron lo ciudadanos? Nada, porque nadie explicó y los ciudadano ni cuenta se dieron.
Los ciudadanos no disciernen en la importancia que debe tener el saber para la administración de la ciudad en un líder o varios. No se discierne entre quién tiene información y competencia cognitiva en la política, quién está informado de los problemas de la política y quien está capacitado para resolverlas. El interés está en cuánto satisfacción tiene el homo videns y el homo ludens. Un demos debilitado pierde el sentido de comunidad y la importancia de la decisión en el saber.
Si bien Sartori es un seguidor de la Ilustración por la exaltación de la razón y la ciencia, son éstas junto a la tecnología las que pregonaban un hombre libre de creencias irracionales; sin embargo, aquel hombre que tenía un concepción del mundo, es reemplazado por aquel que no tiene una visión coherente del mundo y ante la ausencia de conocimiento la nada invade su conciencia y comunicación.
La televisión es un medio de información que tiene productores sin ninguna formación intelectual, que miden el producto de acuerdo al dinero que produzca. La teoría de la competencia no es una salida, porque el consumidor no castiga la mala producción de información como lo hace con un producto o servicio ni siquiera el utilitarismo les asiste, pues la razón utilitaria para el beneficio propio no es evidente. El medio premia y promueve esa libre elección con la extravagancia, el absurdo y la insensatez. El creador que vio en un comienzo herramientas para mejorar la comunicación, termina por someterse a su creación, inmóvil, sin saber ni hacer en y para la cultura.
No sólo la televisión formó este ser, también lo hizo la Internet, pero ésta logró unir a los dispersos, a los homos insipiens caracterizados por la necedad e ignorancia. El ver pasivamente, que es la relación hombre televisión, ahora se une con el ver activamente, el hombre y ordenador. La interacción, la comunicación con el sólo click con otro servidor y la persona que está en frente, es una interacción de mayor actividad que la pereza frente al televisor. Pero hay que distinguir entre la utilización educativa-cultural y práctica de la Internet que lo hace positivo del uso que es sólo para entretenimiento como escape del mundo real. En sí mismo, este conjunto de actividades banales traen el post-pensamiento, el abandono de la reflexión abstracta y analítica por el ver (televisión) y fantasear (ordenador).
Es importante, nos exhorta el intelectual, rescatar el concepto de cultura con su significado antropológico, que aprehende un contexto (valores, creencias, conceptos, etc.) de simbolizaciones que constituyen su cultura, y un significado valorativo, como aquella persona culta o saber a partir de buenas lecturas e informada. El homo cogitans.
¿Cómo superar este post-pensamiento o rescatar lo que se cree perdido? El profesor italiano expresa que el regreso está en la defensa a ultranza de la lectura, el libro y, en una palabra, la cultura escrita (p. 153), porque “en la cultura del libro el desarrollo del discurso es lineal, lo cual significa que el libro enseña consecutio, coherencia en la argumentación, o por lo menos construcción consecutiva de los argumentos” (p. 187), permitiendo que el conocimiento y el lenguaje sean claros, articulados y precisos. Lógico-racional. Una tarea que involucra soledad.
La multimedialidad (incluyo los smarthphones) no logra instruir al ser humano, atrofia su capacidad de entendimiento o abstracción como persona, pero a la vez como ciudadano que participa en la democracia sin realizar ninguna crítica o aporte racional. La nada trae el caos. No hay libertad ni libertad política. No nos hace homo sapiens en búsqueda de conocimiento.
Se puede comenzar por virar hacia la lectura de los periódicos y escuchar el radio, pues sólo allí se lee y comunica la palabra.
El texto nos muestra con precisión los males del mundo que trajo la televisión y la multimedialidad como si saliesen de la Caja de Pandora, pero guarda la esperanza.
“En este mundo ya todo es neo, trans, post. El ´novismo´(acuñación mía) y el beyodism, el ir más allá (acuñación de Daniel Bell), vuelven locos. Hoy día, si no ´superas´, si no adelantas o saltas la valla, no existes. Arriesgándome a no existir, yo prefiero resistir” (p. 198). Resistamos, entonces.
SARTORI, Giovanni, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, México 2012.