José Bellido Nina
En Navidad se festeja y reza el nacimiento del Hijo de Dios, Jesús. Para los cristianos, en esta fecha se aprecia el Amor Infinito de Dios. La Nueva Alianza entre Él y los hombres trae esperanza y salvación. La Verdad del Verbo Encarnado está dado en gratuidad para todos los hombres de buena voluntad.
De otro extremo se ha festejado a un impostor como es Papá Noel o Santa Claus, o se venera tristemente una árbol adornado de cosas multicolores como aparece en películas norteamericanas sin saber qué se festeja. En un mundo donde Dios se hizo hombre para salvar a los hombres de sus pecados (ruptura con Dios), resulta ofensivo que se promueva en la cultura la imagen mercantilista y financiera de la Navidad. Benedicto XVI recordó que la Navidad no debe perder su profundo valor religioso.
Quieran o no la Navidad es religiosa. Los Estados que se llaman laicistas o aconfesionales obtienen ingresos económicos a partir de una distorsión de esta fecha llena de oferta y demanda, y gustitos; sin embargo, no son muy respetuosos de las argumentaciones religiosas de los cristianos a la hora de participar en el debate público. Se habla de tolerancia a los demás, pero cuando un católico o cristiano habla a favor de defender la vida de un niño se le tilda de "fundamentalista" o "bruja". Y es que al hablar de Dios en el espacio público a muchos le suena de cursi, ese "algo" que quedó en la niñez y adolescencia, en la que los padres te mandaban a Misa todos los domingos y regañadientes uno iba porque ya.
A muchos jóvenes les pasa que cuando van creciendo olvidan a Dios, relegándolo a creencias imaginarias de su pasado inocente e ingenuo; por el contrario, a muchos, me considero entre ellos, ahondamos más en la fe, rezando para que seamos fuertes ante la tentación y hacer lo más que podamos para desterrar el mal. Una tarea que involucra desprenderse de cosas a las que estábamos acostumbrados, materiales que causan dependencia absurda frente a lo grandioso que se descubre en la lectura sobre la relación de fe y razón.
La Navidad no es sólo una fecha, sino un agradecimiento a Dios por todos los días de felicidad y tristeza, pues no hay que ser ingratos de pensar en Él cuando no nos va como quisiéramos. Acordémonos de Él todos los días de nuestra vida.
Así las cosas, fomentemos la reflexión y el diálogo como apertura en el agape, sea en los privado o público, pues quiera o no los liberales, pluralistas, ateos, etc. Cristo hizo una vida pública. No seamos un "Grinch" que entiende la Navidad como sentimientos y vicios, sino de Amor y Reconciliación por el nacimiento del Señor.